El cuerdo Bielsa

 En el invierno del año 1985, dos señores viajaban en un Fiat 147 blanco por las rectilíneas carreteras del estado de Santa Fe, en Argentina. Eran Marcelo Bielsa y Jorge Griffa. Sobre la una de la madrugada llegaron a Murphy, un pueblo de unos 4000 habitantes. Se les había hecho demasiado tarde, pero decidieron tocar al timbre. Un matrimonio con ojos adormecidos y en batín abrió la puerta. Marcelo y Jorge les preguntaron por su hijo, pero el niño ya estaba durmiendo. Insistieron en verlo y entraron a la habitación. Marcelo no pudo resistirse y se acercó a la cama para apartar las sábanas y mirarle las piernas. Sonrió satisfecho de lo que vio y convenció a los padres para que el niño fuera a jugar a Rosario, con Newell’s. Aquellas piernas eran de un niño de 13 años que se llamaba Mauricio Pochettino.

Esta anécdota representa la pasión por el fútbol que Marcelo Bielsa proyecta. Una pasión limítrofe con la locura por la que se ganó el apodo de loco. Loco por entrenar bajo la lluvia cuando otros cancelaban entrenamientos, o por ver videos de partidos de fútbol sin descanso, mientras otros entregaban su tiempo a la banalidad. La vida que Bielsa entrega al fútbol nos animó a viajar a Leeds, a Elland Road, para ver a su equipo actual.

El Leeds United no está en la Premier League desde el año 2004. Peor aún, bajó a la tercera división en el 2007, a una liga que estaba patrocinada por Coca-Cola. Los aficionados vieron como su equipo pasaba de jugar la Champions League en el 2001, a jugar la Liga Coca-Cola en el 2007. Lo que suena a chiste para unos fue una pesadilla para otros. El Leeds United salió de la liga Coca-Cola, pero desde entonces ha deambulado desalmado por la segunda división inglesa, la Championship, arrastrando deudas millonarias. A este páramo futbolístico, ubicado en el centro de Gran Bretaña, llegó Bielsa el verano pasado. El loco Bielsa. Un entrenador de prestigio internacional que, de repente, presta atención al errante Leeds United. No le ofrecieron mucho dinero para grandes fichajes. A pesar de esto, con una plantilla similar a la de la temporada anterior, ha puesto al Leeds United segundo en la tabla, en posición de ascenso directo —solo dos equipos ascienden directamente— a falta de pocas jornadas para el final de la liga. Bielsa es Dios en Leeds, y se entiende.

El Leeds juega en casa contra el Wigan en Viernes Santo. Mis amigos Ángel y Fran tampoco dudan de que se trata de un evento futbolístico que merece la pena. Solo hay una cosa que, de entrada, nos incomoda, y es pronunciar Leeds. Para la mayoría de las personas esto no es un problema. Para un murciano sí.

Leeds en Murcia se pronuncia «Lis». Y esto siendo muy generoso, porque lo cierto es que la «s» también nos sobra.

—¿Acho, entonces cuándo os vais a «Li»? —preguntaban amigos murcianos.

La primera vez que salí a vivir fuera de Murcia fue a Alicante, y allí, en la cafetería donde desayunaba casi todas las mañanas, se quedaban bloqueados cuando les pedía «do donu». Tenía que elaborar circunloquios para pedir dos donuts. De igual modo, cuando me preguntaban a donde iba esta Semana Santa a ver fútbol les contestaba que a un sitio cerca de Manchester. Algo que se entendía rápido.

Sacamos los vuelos y reservamos el hotel en 24 horas. Lo de las entradas ya lo iremos viendo —pensamos—. Y lo que fuimos viendo es que el estadio de Elland Road se llenaba cada domingo y ni siquiera salían entradas de venta al público general ya que los socios tenían prioridad para comprarlas. ¡Fuck! Mis amigos, que son unos benditos, me consuelan diciendo que podemos ver el partido en un bar y que disfrutaremos del viaje de cualquier manera. Yo escribo a dos colegas que conocí en congresos y que trabajan en Leeds. Estos a su vez escriben a amigos y a conocidos, pero nadie tiene entradas. Incluso peñas del Leeds nos dicen que sienten no poder ayudarnos, que hay gente de su propia peña que no ha podido conseguir entrada para el partido contra el Wigan.

Desesperado, escribo al club y les cuento que somos tres españoles muy fans del Leeds desde aquella temporada 2001 en la que llegó a las semifinales de la Champions con el delantero australiano Viduka como estrella. Me contestan diciendo que se alegran mucho de tener aficionados allende su isla, pero que todas las entradas están vendidas. Que nos tocáramos el pijo, traducido al murciano.

Más desesperado aún, escribo al Wigan y les cuento que somos del Wigan desde hace muchos años, y que eso de Roberto Martínez entrenando al Wigan en la Premier ya selló nuestro vínculo. Al día siguiente recibo un correo diciendo que «no problem», que tendremos entradas junto a los seguidores del Wigan y me dan instrucciones para comprarlas. Una amiga, hace muchos años, hablando de su noviazgo me dijo «para que una relación funcione se tienen que dar estas dos cosas, o solo una de ellas: que tú quieras mucho a alguien, o que alguien te quiera mucho a ti». El Wigan Athletic nos quiso lo suficiente para dejarnos caer en sus brazos y tener una bonita relación.

Desde el mismo aeropuerto de Manchester podemos tomar un tren hasta Leeds. Sacamos los billetes en una máquina y evitamos el trago de pronunciar Leeds. El tren tarda menos de dos horas en hacer el recorrido. A mitad del trayecto, el tren hace una parada en Huddersfield.

Acho, esto me suena. ¿Estos no tienen un equipo en la Premier?

—¿En la Premier? No creo.

            Miramos en Google y, efectivamente, el Huddersfield Town está en la Premier. Va último. Eso sí. Pero, aunque descienda a segunda división se llevará 100 millones de euros por derechos de televisión. Eso también. Huddersfield nos recuerda a Eibar. Es una ciudad pequeña, encajada en un valle, con calles que mueren en lomas de intenso verde.

            Antes de que existiera Google viajaba habiendo estudiado previamente detalles del viaje. Horarios de transporte y museos, los lugares a visitar, o la historia. Era una manera de viajar antes de que comenzara el viaje. Ahora llego al aeropuerto 20 minutos antes de la hora de embarque preguntándome el tiempo de vuelo, si tengo la reserva del hotel o cómo llegar desde el aeropuerto al hotel. Preguntas a las que responde el móvil instantáneamente, con el coste de tenerte pendiente de la pantallita y de su batería. Ese es el problema de la tecnología. Nos informa de todo, pero nos secuestra la mirada. En cambio, si llegas a un lugar informado, tu mirada se libera.

A la ciudad de Leeds la cruza el río Ayre. Nuestro hotel queda en una de sus orillas. Al otro lado está el centro de la ciudad. En la primera exploración quedamos gratamente sorprendidos. El centro de Leeds tiene amplias calles peatonales, edificios victorianos —del siglo XIX, cuando reinó Victoria I— bien conservados, mucha actividad comercial y por supuesto pubs con gente bebiendo pintas de cerveza entre semana y desde antes de que se ponga el sol. Al pasear, es fácil orientarse porque muchas calles tienen una inclinación que apunta al río. Algo similar ocurre en Barcelona, donde muchas calles tienen una ligera pendiente hacia el mar.

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Foto Ángel Hernánsaez

Tras un descanso en el hotel, salimos a explorar la noche de Leeds. A algún personaje despierto y viajado de nuestro tiempo le escuché decir que, en cualquier ciudad del mundo, si lo buscas, encuentras un «chocolate bar». El Chocolate Bar de Leeds se llamaba Revolución de Cuba, y allí fuimos con la esperanza de poder hablar en castellano con gente mientras tomábamos una cerveza.

Hay cola en la puerta de Revolución de Cuba. La gente va bastante arreglada. Nosotros vestimos regular. Por ejemplo, llevamos zapatos cómodos que no elegantes. Se confirman nuestras sospechas y los tres negritos que hacen de porteros nos paran y nos dicen que no podemos entrar por no cumplir con el dress code. No sé cómo se llama al acto xenófobo aplicado contra los zapatos desgastados y los cuellos de las camisetas roídos por el tiempo, pero ese fue el que se nos aplicó. Al escucharnos hablar en español, un cuarto negrito se acercó a curiosear. El chico era de origen senegalés y nacido en Sabadell. Como Ángel ha viajado por Senegal, le habla al chico de las bellezas del país y de Yekini el luchador, que es un ídolo allí. Esa conversación nos indulta y nos dejan entrar al local. El lugar tampoco merece tanto la pena. La música es algo estridente, y además no encontramos ni latinos ni españoles con los que conversar. Con la edad se sigue celebrando el encontrar un Chocolate Bar, pero no para apurarlo ni para cerrarlo. Es más bien una cuestión de nostalgia. Tomamos un par de cervezas y regresamos al hotel convencidos de que el placer de dormir está muy infravalorado.

            El día del partido desayunamos en el mercado de Kirkgate. La comida nos deja satisfechos, pero el café no. Buscamos un café de verdad y lo encontramos en la cafetería del museo de la ciudad. Desde su terraza vemos pasar gente con una camiseta extraña. Son aficionados de los Rhinos, el equipo de Rugby de Leeds que juega a las tres de la tarde, a la misma hora que el Leeds United. Nadie puede decir que el nombre de Rinocerontes no sea apropiado para un equipo de rugby. Tiene tanto sentido como el de los Pittsburgh Penguins de hockey hielo. Otros casos cuesta entenderlos. Por ejemplo, son dudosas las cualidades del oso pardo para jugar al baloncesto (Memphis Grizzlies), o las de las cabras para triunfar en el fútbol (Chivas de Guadalajara).

            Mientras mis amigos conversan abrazados a su café, me da tiempo a hacer una visita exprés al museo, que además es gratuito. Me voy directo a la zona del antiguo Egipto para ver la momia de Nesyamun, sacerdote egipcio que fue embalsamado hace más de 3000 años. Rodeado de joyas y abalorios para darles uso en el más allá, quién le iba a decir a Nesyamun que el más allá estaba a 8000 kilómetros del Nilo, en mitad de Gran Bretaña.

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Elland Road está algo alejado del centro, a unos 45 minutos caminando. Salimos con tiempo para recoger nuestras entradas y comer algo antes de entrar al estadio. Tomamos un autobús que al aproximarse a Ellan Road enlentece su marcha por el tráfico. Desde el segundo piso del bus nos entretenemos observando el ambiente a través de las ventanas. En un muro veo dibujaba una bandera del Leeds donde, en letras amarillas sobre el fondo azul, se lee algo así como una oda a la eternidad del equipo local «Leeds United, until the world stops going around».

—¿Te has echado los chupachups, feo? —me preguntan.

Pos claro —respondo gesticulando y arrancando la risa de mis amigos.

            Gracias a un documental, supe que a Bielsa le encantan los chupachups. Él los llama chupetines. Al pasar por una tienda del aeropuerto de Alicante y ver unos Kojaks de fresa, de esos de chicle por dentro, se me ocurrió comprarle unos cuantos a Don Marcelo con la idea de regalárselos al final del partido. Tras recoger las entradas, y con el fin de completar mi misión, le pregunto a un señor de peto amarillo por el lugar por donde Bielsa suele salir del estadio. El señor, amablemente, camina con nosotros para enseñarnos la puerta en la que cree que deberíamos de esperarlo al terminar el partido. Lo de esperar a Bielsa no era tanto una cuestión de mitomanía como de curiosidad por el personaje. Curiosidad por saber si, tras una breve charla y un vistazo a su mirada, sería capaz de encasillar a Bielsa en alguna de las categorías humanas que he registrado en mis más de 40 años de vida.

            Es hora de comer algo. Hay mucha gente haciendo cola en los bares de fast-food que están junto a Elland Road. Nos apetecía probar unos fish&chips, pero en ese local había demasiada cola. En Chicos hay poca gente y nos pedimos hamburguesas, kebabs y ensaladas de textura plastificada. Muchos ingleses van en bermudas y en manga corta. Nosotros de manga larga y con una chaqueta atada a la cintura. Mientras comemos en la puerta de Chicos, una avioneta arrastra una tela donde se lee «Bielsa is God», y publicidad de un concesionario de coches.

A nuestro lado un tipo vende bufandas, algunas de ellas con el rostro de Bielsa. En otra bufanda se lee «We are all spies, aren’t we», en referencia al escándalo que montó Bielsa cuando cazaron a uno de sus ayudantes viendo un entrenamiento a puerta cerrada del Derby County, que es entrenado por Frank Lampard. Cuando todos esperaban una disculpa, Bielsa sorprendió con una rueda de prensa de 70 minutos diciendo que no solo espió al Derby County, sino que había espiado a todos los equipos. Dijo que estudiaba videos de sus rivales y que, cuando tenía un informe terminado, mandaba a un ayudante para verificar sus conclusiones. Alegó que no hacía nada ilegal. Pagó la multa de 200.000€ de su bolsillo y, con la impunidad que solo se concede a los mitos, convirtió una fechoría en un acto simpático. Acuérdate de la mano de Dios del Diego. Ahora los aficionados del Leeds llevan orgullosos bufandas de «Todos somos espías, ¿acaso no?».

            Al entrar a Elland Road nos situamos con el resto de los aficionados del Wigan en una esquina del estadio, en el segundo anillo. A nuestra derecha, tras una de las porterías, están los aficionados del Leeds más animosos. Le enseñamos nuestra entrada a una chica con peto de STAFF y nos dice que nos podemos sentar donde queramos. Nos sorprende que los asientos de las primeras filas, teóricamente los mejores por su cercanía al campo, estén desocupados. Al rato entendemos que esos asientos están libres porque los hinchas del Wigan prefieren ver el partido de pie, y en la parte de atrás para no tapar a nadie. Nos sentamos en segunda fila. En la primera fila hay niños que al ponerse de pie no molestan a nadie. Uno de los niños, con la camiseta del Wigan de Kipre, llama nuestra atención por lo emocionado que se le ve.

elland roadElland Road

niño Kipre

Antes de que comience el partido, echo un vistazo al Programme que compramos en la puerta del estadio. En las primeras páginas de la revista se puede leer un mensaje de Bielsa diciendo que «tres puntos de ventaja sobre el Sheffield United, tercero en la tabla, no es una gran diferencia y que cualquier cosa puede pasar, como a menudo se ve en fútbol».

El Wigan está por la cola, un puesto por encima del descenso. Debería ser un partido fácil para el Leeds, pero cuando alguien como Bielsa escribe que puede pasar cualquier cosa, al menos te hace dudar. Junto a su texto, la revista publica un retrato de Bielsa a toda página. La fotografía tiene tal resolución que se le ven pelos díscolos en la nariz, en el entrecejo y en la mejilla. De siempre me han llamado la atención los tipos que se dejan crecer pelos en la cara. Pelos que atrapan tu mirada cuando sus propietarios te hablan. Suelen ser personas especiales, que tienen en la cabeza cosas más interesantes de que ocuparse que de los pelos desmadrados en su rostro. Si ves un señor con un pelo de medio dedo justo en la proa de la nariz, mi instinto me dice que hay que prestarle atención a lo que diga porque algo vas a aprender.

Los jugadores salen al campo y se escucha la música de una especie de flauta que marca el compás para que la grada cante el Marching On Together (caminado juntos):

Marchin’ on together, we’re gonna see you win

(na, na, na, na, na, na)

We are so proud, we shouted out loud

We love you Leeds! Leeds! Leeds!

 

La gente de los fondos del estadio nunca se sienta. El fondo de nuestra derecha no para de cantar, y lo hacen mirando y gesticulando hacia nosotros. Bueno, hacia la afición del Wigan. No nos quitan ojo. Es un reto continuo. Desde nuestra zona les devuelven los gestos mostrando sus pulgares hacia abajo y ofreciéndoles el dedo corazón para que se lo acomoden en el recto. Ángel nos comenta que estas aficiones inglesas le recuerdan a la película Braveheart, cuando, antes de la batalla de Stirling, los guerreros capitaneados por William Wallace enseñaban el culo a los enemigos de la colina de enfrente.

            El partido no se puede poner más de cara para el Leeds. En el minuto 14, penalti a favor y expulsión de un defensa contrario por mano dentro del área. El expulsado es Kipre, el mismo que antes de comenzar el partido se arrodilló sobre el césped con los brazos extendidos hacia el cielo rogándole suerte a Dios. Cedric Kipre es internacional con Costa de Marfil. No sabemos bien a quien rezó Kipre. Costa de Marfil tiene el mismo porcentaje de musulmanes que de cristianos. A quien quiera que rezara, estaba ocupado hasta ese minuto catorce.

Pablo Hernández, exjugador del Valencia, falló el penalti tirando la pelota al poste, pero tres minutos más tarde Patrick Bamford marca el uno a cero y Elland Road se recupera del disgusto. Bamford, que costó unos 8 millones de libras, ha sido el fichaje más caro de la historia del Leeds, después de Robbie Fowler en el 2001. Ha tenido muchas lesiones esta temporada, pero ese gol sabe a gloria y hace que el chaval parezca barato y todo.

Pasaban los minutos y el Leeds no marcaba el segundo gol, pero nada hacía pensar que la victoria estuviese en peligro. La afición estaba contenta y optimista. Durante unos diez minutos cantaron sin parar la canción de La Bamba adaptada a Pablo Hernández y Kiko Casilla.

KIIIIIKO CASILLA, KIIIIIKO CASILLA,

KIKO CASILLA HE PLAYS FOR UNITED WITH PABLO HERNANDEZ

PAAAAABLO HERNANDEZ, PAAAAABLO HERNANDEZ

PABLO HERNANDEZ HE PLAYS FOR UNITED WITH KIKO CASILLA

 

El optimismo duró hasta el minuto 44, cuando Gavin Massey hizo el empate a uno quedándose solo delante de Kiko Casilla tras una pared. En la segunda parte el Leeds lo intenta, pero no llegan las oportunidades claras del gol. La segunda plaza, la del ascenso directo, peligra. Hay mucho movimiento en el área técnica del Leeds. Bielsa no deja de caminar de un lado para otro, como un animal enjaulado. Otros miembros del cuerpo técnico salen a menudo del banquillo para decirle algo a los jugadores o para cuchichearle algo a Marcelo cuando este se detiene, sentado sobre sus rodillas, en una esquina de su jaula pintada sobre el césped con líneas blancas.

El Leeds no da con la tecla para ganar. Para colmo, el Wigan hace el 1-2 en un remate de cabeza. El segundo también lo metió Gavin Massey. Nuestra grada se vuelve loca. El Kipre niño de la primera fila abre la boca y no la cierra, poniendo cara de haber visto a Santas Claus y a Spiderman juntos. Nosotros sonreímos y al mirar hacia atrás descubrimos a otros cuatro que sonríen como nosotros, con sonrisa de turistas infiltrados.

—Ti, ti, ri, tí… Gavin Massei… Ti, ti, ri, tí,… Gavin Massei —canta la grada al autor del doblete que les alejaba del descenso.

Perder con el Wigan fue un palo para la afición del Leeds y también para Marcelo. En el fútbol profesional se trabaja duro para ganar, pero no se entrena la digestión de la derrota. Esa capacidad digestiva te la da la experiencia. Bueno, las malas experiencias. Bielsa, que saboreó el éxito de ganar la liga argentina y un oro olímpico, también sabe lo que es el dolor de ser despreciado por la victoria cuando más la necesitas. Posiblemente, el castigo más doloroso de su carrera fue aplicado por el sueco Anders Svensson en el mundial de Japón, en modo de golazo de tiro libre, que dejó a la Argentina de Bielsa sin octavos de final. Argentina venia de pasearse en las eliminatorias sudamericanas y era favorita para ganar el mundial junto a Francia —ganadora del mundial anterior, pero que también fue eliminada en la primera fase—. En aquella Argentina movían la pelota Ortega, Verón, Gallardo o Aimar, la remataban Crespo, piojo López o Batistuta, y la peleaban Simeone, Pochettino, Ayala o Zanetti. A Bielsa, a pesar de tener un equipazo, lo imagino llegando a ese mundial con todo bien atado y pensado. Lo que no estaba en su mano era evitar que un rubio espigado nacido en Göteborg le enchufara por la escuadra una falta directa desde 30 metros. En aquel mundial, Argentina ganó a Nigeria (1-0), perdió con Inglaterra (0-1), y empató con Suecia (1-1). Cuentan que Bielsa quedó devastado por aquella eliminación. El vikingo Anders mató a medio Marcelo aquel día.

Después del partido esperamos a Bielsa en la puerta que nos habían indicado. Por esa puerta iban saliendo los jugadores que, tranquilamente y sin sentirse acosados, atendían a los aficionados firmando autógrafos o posando para selfis. Pasa el tiempo y Bielsa no aparece. No tenemos prisa. Ángel, Fran y yo nos distribuimos entre ese grupo de aficionados respetuosos que tampoco parecen tener ninguna prisa, y observamos a unos y a otros.

Cuando sale Pablo Hernández nos colocamos en la cola de aficionados que esperan alineados a lo largo de una valla metálica que nos llega por la cintura. Al ser los últimos, tenemos tiempo de charlar con Pablo y este nos atiende con naturalidad. Fran estaba en el cuerpo técnico, como psicólogo, del Pinatar C.F. cuando se enfrentó al Valencia B de Pablo Hernández en una promoción de ascenso a 2B. Los dos se acordaban de los resultados de la eliminatoria. Fran recordó el meneo futbolístico que le dieron aquellos chavales entre los que estaban, además de Pablo Hernández, Javi Guerra, que metió 45 goles en 75 partidos, y Natxo Insa, que llegó a jugar con la selección de Malasia porque tenía una abuela malaya.

Continuamos esperando a Marcelo Bielsa. Fran y Ángel ya se sientan en unos escalones desde donde siguen observando el paisaje de aficionados y jugadores entremezclados. Es un paisaje humano que ya vimos en nuestra infancia, cuando los jugadores salían caminando de la vieja Condomina y nosotros, aún niños, les dábamos palmaditas en la espalda por la sencilla ilusión de tocarlos mientras los señores mayores les daban conversación. Unos señores que solían llevar una radio encendida cerca de la oreja, una almohadilla roja, y un periódico doblado bajo el sobaco. Nos encantaba escucharlos porque, aunque niños, ya teníamos edad de mofarnos de las tonterías que se decían.

            Me preocupa que Fran y Ángel se estén desesperando con la espera. Me acerco para decirles que si a tal hora no sale Bielsa nos vamos. Me dicen que no me preocupe y me vuelvo a perder entre los aficionados. Uno de ellos, ya anciano, lleva un maletín con ruedas del que saca un libro enciclopédico de fútbol. Abre una página marcada con un post-it y se acerca a un señor también mayor y trajeado que le firma sobre una foto suya, en blanco y negro, jugando al fútbol. Le pregunto que quién es, pero no reconozco el nombre. Me dejó hacer una foto al libro y al autógrafo. El exjugador era Joseph Royle. Nacido en Liverpool, Royle jugó como delantero centro en el Everton donde fue máximo goleador cinco temporadas seguidas. El anciano, sin que yo le pregunte por ello, me dice un par de veces que los libros firmados son para él, por gusto, y no para venderlos por internet como hacen otros.

 

            Bielsa no sale, pero vemos salir a su traductor, Salim Lamrani. Salim es una cara muy conocida porque aparece en cada rueda de prensa traduciendo las declaraciones de Bielsa. Salim no es un traductor profesional. Estudió relaciones internacionales en la Sorbona y ha investigado y escrito libros sobre las relaciones USA-Cuba, sobre Fidel Castro y sobre Ernesto Che Guevara. Además de todo esto, Salim es seguidor del Olympique de Marsella y escribió bastante sobre Bielsa cuando era entrenador del Olympique. Puede ser que Salim viera en Marcelo Bielsa, también nacido en Rosario como el Che, al revolucionario sudamericano del momento. Quizás Marcelo localizó a una persona honesta y culta, y quiso tenerla cerca. El caso es que entre los dos hubo una conexión y Salim aparcó su trabajo en la universidad para subirse al carro que manejaba Marcelo. Un carro que le llevó primero a Lille, y más tarde a Leeds.

Salim es sin duda un personaje que bien merece un rato de charla, pero preguntarle si a él también le gustan los chupachups es un plan lamentable, y en ese momento no tenemos otro. Salim nos dice que Marcelo Bielsa ya se marchó hace rato. Nos lo comunica con un lenguaje corporal claro y sin lugar a dudas. Su cuerpo girado y con una pierna subida en el primer escalón que lo llevaría al parking dice «a mí no me deis la tabarra que ni soy segundo plato de Bielsa ni pretendo serlo». Y así vimos como el estudioso de Bielsa se alejaba en busca de su coche. No le robamos ni un segundo más, porque su actitud habló, y porque con la edad se respeta cada vez más la dignidad de uno y el tiempo del ajeno.

Una mata que no ha echao. Regresamos en autobús al centro de Leeds algo cansados, pero sin perder el humor, con la sensación de paz que te deja el haber perdido el tiempo tontamente, pero sin remordimientos. Un lujo poco frecuente en nuestras vidas.

Días más tarde, ya en casa, busco reportajes sobre Marcelo Bielsa para construirme una mejor idea del personaje. Cuesta catalogar a Bielsa. La mayoría de los que trabajaron con él lo estiman, y hablan de una persona honesta y con avidez por el conocimiento. Muchos dicen que les mejoró como profesionales y también como personas. Pero tampoco faltan aquellos que chocaron con su carácter y con su intensidad.

¿Pero, qué busca Bielsa en Leeds? —no dejo de preguntarme—. No habla bien el idioma. Es una cultura que desconoce. Ya tiene una edad. No tiene nada que demostrar. Muchos hablan muy bien de él y lo elevan a la categoría de sabio. Continúo viendo videos sin mucha esperanza de hallar una respuesta, hasta que encuentro una entrevista al tenista Gastón Gaudio donde comenta una conversación que mantuvo con Bielsa sobre la felicidad. Marcelo le dijo a Gastón que había cinco caminos para conseguir la felicidad de un modo constante. El sueño de todo homínido del planeta. Acostarse feliz y levantarse feliz, sin vislumbrar otro horizonte que no sea el de la felicidad. Marcelo contó que esos caminos eran la generosidad, la espiritualidad, el amor a los tuyos y el éxito profesional. Según Marcelo todos esos caminos tienen metas, lugares espectaculares a donde llegas, y ya. Los bonitos caminos de montaña del principio se convierten en cómodas y monótonas autopistas, y los destinos van perdiendo su interés con el tiempo. Entonces a Marcelo le preguntaron por el quinto camino, y dijo que el quinto camino es tratar de encontrarlo.

            Tras escuchar esto entendí un poco mejor a Marcelo. Entiendo que el cuerdo Bielsa está buscando la felicidad como un loco. Y entiendo que Leeds no es más que un lugar aleatorio donde llegó Nesyamun, el que buscaba la eternidad, y Marcelo Bielsa, el que busca el quinto camino.

PD: el Leeds United, desde el partido contra el Wigan, entró en una dinámica negativa y no ascendió. Perdió la final del playoff de ascenso contra el Derbi County. Bielsa se queda un año más y mantiene el título honorífico de Dios en West Yorkshire.

Resumen del partido:

 

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