Capítulo 21. MICROGOTAS DE FLÜGGE: Los centros de Beckham

Robert Koch y Carl Flügge suenan a temible pareja de delanteros alemanes. Esa asociación involuntaria de nombre alemán con gol puede tener su origen en Torpedo Müller, que allá por los años setenta sembraba el pánico en el área de sus rivales. Müller fue campeón del mundo con Alemania en 1974, y en 1972 marcó ochenta y cinco goles batiendo el récord de goles anotados en un año natural. Cuarenta años más tarde, en el 2012, un tal Lionel Messi puso el listón en noventa y un goles.

Koch y Flügge fueron dos estrellas alemanas, pero no brillaron en el mundo del fútbol. Los dos nacieron en Hannover, aunque demasiado pronto como para poder jugar en el Hannover 96, equipo que ha ganado dos ligas alemanas y que fue fundado en 1896. Robert Koch descubrió las bacterias causantes de la tuberculosis y del cólera, y por ello recibió el Premio Nobel en Fisiología o Medicina en 1902. Carl Flügge era un médico amigo de Koch, empeñado en consolidar la Higiene como una rama de la Medicina. Flügge demostró que, al hablar, estornudar, toser, o cantar, se producían unas microgotas que podían transportar virus y bacterias. Entre Koch y Flügge salvaron muchas vidas que, a diferencia de los goles de Müller, nunca se contabilizaron.

Los estudios de Flügge fueron muy útiles en el siglo XIX, y lo siguen siendo ahora. Sus hallazgos, como sucede con todos los descubrimientos científicos, fueron ampliados por otros con el paso del tiempo y con la mejora de las tecnologías. Durante el siglo XX se estudiaron los aerosoles, que son suspensiones de partículas minúsculas en un medio gaseoso como el aire. Estos estudios nos sirven para saber que las gotas de Flügge que contengan virus pueden pasar a formar parte de los aerosoles, y quedar suspendidas en el aire por un tiempo. Un virus SARS-CoV-2 tiene unos cien nanómetros de diámetro, por lo que cabrían cien virus en una partícula de aerosol de un micrómetro (que es la millonésima parte de un metro), aunque las partículas de los aerosoles, que son de tamaños diversos, no están compuestas solo de virus, sino que tienen otras muchas micropartículas.

En abril de 2020, se publicó un artículo en la revista Nature en el que se mostraban los resultados de medir la presencia de SARS-CoV-2 en el aire (aerosoles) de un hospital de Wuhan24. Para este estudio también usaron la famosa PCR, pero no la PCR común ni la RT-PCR que se usa en los test, sino la ddPCR (droplet digital PCR). Con esta tecnología estimaron la cantidad de virus SARS-CoV-2 que había en partículas del aire de tamaño submicrométrico (por debajo de un micrómetro), y de tamaño supermicrométrico (por encima de 2.5 micrómetros). En algunas zonas del hospital se llegaron a detectar hasta cuarenta copias del virus por milímetro cúbico de aire. Los investigadores concluyeron que el SARS-CoV-2 no era detectable en el aire de zonas comunes y ventiladas, pero que tenía una alta presencia en aerosoles de lugares cerrados como los aseos de los pacientes donde, además, el efecto dispersor de tirar de la cadena sin bajar la tapa del váter podría ayudar a poner más virus en suspensión, ya que el virus también se ha detectado en las heces de pacientes25.

Por último, y antes de que entres en pánico, es preciso decir que aún se desconoce la capacidad infectiva de estos virus flotando en el aire. Siguiendo con nuestro símil de contagio igual a gol, estar en espacios abiertos y ventilados sería como si el equipo contrario te atacara a base de balonazos frontales de sus centrales. Estos balones son muy fáciles de despejar, y resulta difícil que te hagan gol acercando el balón a tu área de esa manera. Sin embargo, si te encierras en un aseo del hospital de Wuhan usado por un paciente de COVID-19, el que está centrando balones a tu área es David Beckham.

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