A gustico en St James Park

Rosa, Rosae, Rosae, Rosam… Rosea.

Este era uno de nuestros entretenimientos en segundo de bachillerato, declinar en latín cometiendo errores adrede frente al resto de la clase. Las declinaciones cantadas avanzaban por la fila, y cuando te llegaba tu turno te daba un subidón de adrenalina. ¿Te atreverías? ¿Y si te atrevías, cómo de gorda la pensabas hacer?

—Deus, Dei, Deo, Deum… Dedos.

Si las risas se llegaban a escuchar, por hacerse incontenibles, habías triunfado. Era un balconing disciplinario en el que si caías fuera de la piscina acababas en el pasillo o en el despacho del jefe de estudios. Yo, adulto, hubiera sacado de la clase a patadas al yo adolescente. Sin embargo, la profesora de latín, Doña Justina, era muy tolerante con nuestro comportamiento. Con el tiempo me di cuenta de que, para decirlo mal, teníamos que aprender a declinarlo bien. Doña Justina, señora de voz apagada y peinado solidificado por permanente de rulos y secador, consiguió su objetivo como lo hacen los verdaderamente grandes: sin que se note y haciendo la vida más fácil a los que te rodean.

El azar que rige los designios del Universo quiso que Mercurio y Venus quedaran cerca del Sol, y que Andrés, Ángel, Fran, Salva y un servidor coincidiéramos en aquella clase de bachillerato en la que el común denominador era haber escogido la asignatura optativa «Alimentación» en detrimento de «Informática», lo cual ya dice mucho de nosotros. De los mejores recuerdos de aquellos años son los partidos de fútbol sala o de baloncesto sin límite de tiempo, que solían acabar con una conversación en la calle alrededor de una Coca-Cola de dos litros y unas pipas, compradas con los duros y las pesetas que lográbamos juntar.

Ya en 2017, calculo que unos 30 años después, los cinco volamos a Newcastle para ver un partido en St James Park, por gusto. Por gusto y por ser un partido para el que pudimos conseguir entradas y volar a precios económicos.

            El entrenador del Newcastle United es Rafa Benítez, un líder que, de igual modo que Doña Justina, ha conseguido objetivos haciendo poco ruido. Dos ligas y una copa de la UEFA con el Valencia, una Champions con el Liverpool, una Copa de Italia con el Nápoles, un Mundial de clubs con el Inter, y una Europa League con el Chelsea son algunos de los títulos que deberían ponerlo en el Olimpo de los entrenadores. Sin embargo, esa montaña mitológica no acaba de darle cobijo a Rafa. Parece ser que, a diferencia de otros, es sospechoso de que su orín huele a pis y no a colonia. Son matices que algunos olfatean cuando tienen que decidir si seguir o no a un líder navegando hasta las indias o corriendo hasta la próxima trinchera. Por eso quizás no pudo subir al monte Olimpo por las sendas del Real Madrid o del Chelsea. Ahora busca abrir una nueva vía en Newcastle, aunque para ello haya tenido que bajar a segunda división, arrastrando el peso de cuerdas y mosquetones para hollar una cima que le pertenece. Subió al Newcastle United a la Premier en la temporada 2016-17 y desde la orilla del rio Tyne vuelve a soñar con poner al Newcastle United y a su persona en lo más alto, donde el orín huele a lavanda.

El viernes por la noche vuelo con Ángel desde Barcelona a Newcastle. Al día siguiente lo hacen Andrés, Fran y Salva desde Alicante. Ya en el aeropuerto de El Prat me doy un abrazo con Ángel.

Cagonlavirgen nene, nos tenemos que ir a Newcastle pa echar un ratico juntos —me dice Ángel.

—Es verdad. Vivimos a cuatro paradas de metro y no nos vemos un pijo. Estamos tontos perdíos —le contesto.

Al aterrizar en Newcastle, el tren que lleva del aeropuerto a la ciudad tenía el servicio interrumpido. Es noviembre, es el norte de Inglaterra, y son casi las 12 de la noche. Grupos de gente van y vienen con rumores sobre cuando llegaría el tren. Mientras tanto, nosotros perdemos la noción del tiempo y de la temperatura hablando y riendo sobre cuestiones muy alejadas al fútbol y que han quedado censuradas para este ratico de fútbol. Que gustico estar de viaje, disfrutando de ver pasar la vida y sus personajes sin prisa alguna. El tren llega, pero no nos lleva hasta el centro. Desde la última estación, tomamos un taxi hasta el hotel, donde un mendigo nos acompaña hasta la puerta y se mete hasta recepción pidiéndonos dinero. Hace frío en la calle, pero dentro de la habitación hace más calor que en las calderas del Titanic y tenemos que dormir con las ventanas abiertas.

Por la mañana nos vamos al centro de la ciudad para hacer tiempo hasta que lleguen los otros tres miembros de la banda. Nos metemos a desayunar en un bar y nos aventuramos a pedirnos un Breakfast Special. Nos cascan en la mesa unos platos con alubias, tocino, huevos, patatas, pan de molde, y un café aguachirri. To pa dentro, y a poner a prueba los estómagos. En las mesas de al lado, unos señores con edad de jubilados comentan en voz alta noticias del periódico, algunas del Newcastle United. Los señores están sentados en mesas distintas, como un mecanismo de seguridad por si la conversación se agota. Cada uno mantiene un refugio en su mesa y en su periódico sin necesidad de prolongar un tema de conversación más de lo necesario.

Nos vamos a dar un paseo por el mercado cubierto de Grainger y buscamos herramientas para entrar en calor. Ángel se compra un gorro de thinsulate. Yo curioseo en una tienda que vendía vinilos y cafés, y me abrazo a un café-cortado bien caliente. Un rato más tarde, recogemos a Andrés, Fran y Salva en la Newcastle Central Station y nos subimos a la segunda planta de un bus que nos lleva al hotel. Dejamos equipaje y nos preparamos para la tarde de fútbol en St James Park. El Newcastle juega contra el Watford.

El Newcastle United es un histórico de la liga inglesa. Kevin Keegan, Michael Owen y Alan Shearer fueron algunos de los jugadores que vistieron sus rayas negras y blancas. Por esta vestimenta, a los jugadores del Newcastle les llaman Las Urracas (The Magpies). Con Keegan de entrenador y Shearer de delantero llegaron a quedar segundos en la primera división inglesa (ahora Premier League) por dos años consecutivos (años 1995 y 1996). Shearer estuvo 10 años en el Newcastle United y es el máximo goleador de su historia con 206 goles.

st james park 1930

Ilustración de St James’ Park en 1930

A las afueras de Newcastle, sobre una colina, existe una escultura icónica de gran tamaño. Algo menor que el Cristo Redentor de Rio de Janeiro, el Ángel del Norte con sus alas desplegadas de 54 metros de largo parece proteger con su presencia a Newcastle y al resto de poblaciones a orillas del rio Tyne. Cuando el Ángel del Norte fue inaugurado en febrero de 1998, recibió muchas críticas de la población local que no veían mucho sentido a aquella inmensa figura religiosa mirándolos cada día por encima del hombro. En mayo del mismo año, antes de que el Newcastle United jugara la final de la FA cup, un grupo de seguidores “vistieron” al Ángel del Norte con una tela blanca y negra gigante, con el 9 y el nombre de Alan Shearer a la espalda. Ese día cambió la suerte del Ángel del Norte. Desde entonces, los mismos que criticaban al Ángel del Norte comenzaron a santiguarse o a asentir con la cabeza en gesto de respeto cada vez que, conduciendo por la autopista A1, pasaban por delante de la escultura. Cambió la suerte del Ángel del Norte, pero no la del Newcastle United, que fue derrotado 2-0 por el Arsenal en la final de la FA CUP (goles de Marc Overmars y Nicholas Anelka).

Angel del Norte Shearer

 

Una cosita más sobre Shearer. Un par de grupos de investigación británicos trabajan sobre la hipótesis de que los jugadores de fútbol, al igual que los boxeadores, pueden tener alteraciones cerebrales a causa de tanto rematar el balón con la cabeza. Para tal estudio no pensaron en mejor animal de experimentación que Alan Shearer, quien dijo que por cada gol de cabeza que hizo en los partidos, metió mil en los entrenamientos. El resultado de la prueba fue preocupante. Al parecer Shearer tiene algunas de sus neuronas mirando para Cuenca y un riesgo elevado de presentar problemas neurológicos como demencia de modo prematuro. Mientras tanto, él sigue rigiendo estupendamente y ocasionalmente hace de comentarista para la BBC. Me pregunto si estos investigadores habrán oído hablar de Arteche, Migueli, Goicoechea, Alexanco, Santillana, Kortabarria o Higinio (un central del Real Murcia de los 80). Me vienen a la cabeza (nótese lo apropiado de la expresión) aquellos balones de cuero puro, que cuando se mojaban pesaban como piedras.

—¿Achos, y aquí que hay para ver? ¿Vamos a dar un paseico, o qué?

—Hay un río bien hermoso y un castillo del siglo XI, que es el que dio el nombre a la ciudad.

—New-castle por un castillo de la época del Cid Campeador…

—Yo necesito un cafetico, pero de los de verdad.

—Pues yo casi estoy ya pa una cervecica.

—Nenes, vamos a echar a andar y que sea lo que Dios quiera.

Dios quiso que paseáramos por la orilla del río Tyne hasta llegar al puente Gateshead Millennium Bridge y observar los modernos edificios de la otra orilla (un museo de arte moderno y un palacio de congresos). Este tramo del río Tyne cercano a su desembocadura sedujo a los romanos y fundaron Pons Aelius, población sobre la que surgió Newcastle.

Dios también quiso que nos sentáramos a comer una hamburguesa en un bar del centro de la ciudad, con poca luz y mucho ruido de aficionados del Newcastle tomando cervezas. Tan entretenidos estábamos que no sabíamos ni en qué hora vivíamos. Ver pasar riadas de aficionados blanquinegros nos alertó de que era hora de poner rumbo a St James Park. El partido comenzaba a las tres de la tarde.

Teníamos entradas donde aparecía la palabra Premium. Para nuestra sorpresa, esas entradas nos daban acceso a un salón-bar justo detrás de las gradas, una especie de zona VIP. Tomamos una cerveza mientras observamos a la afición local y las fotos históricas colgadas en el salón.

Estamos sentados en la grada lateral preferente, cercanos al fondo de Gallowgate, donde están los aficionados más ruidosos del Newcastle. En la parte superior del otro fondo, unos 3000 seguidores en tonos amarillos animan al Watford. Salen los equipos y por la megafonía del estadio suena Local Hero de Mark Knopfler, nacido y criado en Newcastle. Durante los primeros minutos de partido, ayudándonos de una revista del partido (programme) donde Ayoze Pérez protagoniza la portada, empezamos a identificar a jugadores. En el Watford, Kiko Femenia y Britos, conocidos de nuestra visita previa a Vicarage Road (ver Raticos de Fútbol I). En el Newcastle, Manquillo y Joselu. Estamos sentados en la primera fila por encima del pasillo principal de una grada lateral. Los aficionados no dejaron de pasar por delante durante todo el partido. También es verdad que lo que ocurría en el campo tampoco era para prestar mucha atención, pero tu equipo es tu equipo, y normalmente se está pendiente de la suerte del juego.

En el minuto 19 marcó el Watford el 0-1. El balón entró a la portería y un YES seco y unísono tardó un segundo en viajar desde la grada de los aficionados del Watford hasta nuestros oídos. El resultado y el juego del equipo tenía frío al fondo de Gallowgate. Aun así, había un par de grupos en Gallowgate que no paraban de alentar. Uno de los cánticos más repetidos era «Rafael’s Black&White army». Aficionados que se embarcarían en cualquier navío maltrecho siempre que fuera capitaneado por Rafael Benítez, aunque el destino fuera el culo del mundo, valorando otras cosas más importantes que el olor de la orina, como debe de ser.

El 0-2 cayó en el minuto 45, enfriando aún más el ánimo de la grada. En el descanso busco historias dando conversación a los de mi alrededor. Tengo curiosidad por un señor sentado junto a su esposa que fue de los pocos que no se movió de su asiento y observó atentamente el juego. Me contó que nació a 40 millas de Newcastle, pero que ahora vive en Cambridge, al norte de Londres. Le pregunto si aprovecha el fin de semana para visitar a la familia. Me dice que en esta ocasión no. Ha conducido cuatro horas desde Cambridge y regresa a casa después del partido. Con razón no quería perderse detalle de lo que le iba a costar 8 horas de coche. El tipo me dice que el fin de semana siguiente irá a Stanford Bridge para ver al Newcastle contra el Chelsea, pero no parece interesado en prolongar la charla. Me vuelvo a sentar y entonces es un señor mayor el que siente curiosidad por nosotros. Se presenta como Brian y está viendo el partido con su nieto Matthew, un chaval de unos 10 o 12 años. Brian habla maravillas de Rafa Benítez, el entrenador que los devolvió a la Premier. Me comenta algo de que su hijo conoce a Rafa Benítez y que ha escrito sobre él, pero comienza la segunda parte y dejamos la conversación para sentarnos y mirar el partido. Minutos más tarde, Brian me dice que lo que ha escrito su hijo sobre Benítez es un libro que está a la venta. Le dijo que eso es great y seguimos mirando el partido a ver si sucede algo. Sucedió que el Watford hizo el tercero y entonces el Newcastle hizo cambios. Salieron Ayoze Pérez, Merino, y el delantero Mitrovic. Uno de los que se retira es Diamé, un senegalés mediocentro defensivo que no hacía mal el trabajo de pasar la escoba sobre balones sueltos, pero que se encontraba incómodo con el balón en los pies. En otras palabras, lo que Diamé barría con una mano, lo ensuciaba con la otra.

Brian vuelve a la carga y me dice que si me interesa el libro de su hijo él puede conseguírmelo firmado. Le digo que no se preocupe por la firma, pero que si lo vende online lo buscaré y lo compraré. Brian asiente con la cabeza y vuelve a fijar su vista sobre el terreno de juego. Está mirando con poca atención. En realidad, está pensando en el ataque definitivo, en la estrategia para que esos españoles de al lado consigan el libro de su hijo.

Me pide un papel que llevo en la mano para tomar notas. También me coge el bolígrafo y escribe:

BRIAN HARDY
07960xxxxx 
Text or WHATSAPP
or EMAIL xxxxxx@talktalk.net
I can get a book signed by author MARTIN HARRY

—¡Perfect! I’ll contact you man —le digo.

Brian Harry me responde con una sonrisa.

 

La salida del estadio nos la tomamos con calma y nos bebemos otra cerveza en sus entrañas. Tanto tiempo nos tomamos que a la salida nos encontramos a los jugadores del Watford firmando autógrafos antes de subir al autobús. Nos acercamos a curiosear y reconocemos a Kiko Femenía. Él es alicantino. Me acerco a él y le digo que somos de Murcia, que somos amigos que nos juntamos a ver partidos de fútbol por ahí, bla, bla, bla…y que si nos echamos una foto juntos. Nos tomamos la foto y después se genera un silencio en el que no sabemos muy bien si romper la baraja o repartir otra mano de cartas. Acabo con ese silencio poniéndole la mano fraternalmente en el antebrazo y preguntándole sobre su nueva vida en Inglaterra: «¿Qué tal en Watford? ¿Estás a gustico o qué?». Me dice que sí, que muy bien, y se sube al autobús a comerse un bocadillo. Fin del encuentro.

Vamos saliendo del estadio, y cuando pasamos por delante de una estatua de Shearer, me preguntan mis amigos «¿estás a gustico o qué?», y se ríen en mi cara. Han pasado meses y aún me lo preguntan, riéndose de aquella pregunta inocente, cargada de bondad y paternalismo, a un futbolista millonario.

NEWCASTLE ST JAMES LOS CINCO_V3

 

Nos sentamos a cenar en un bar. Estamos cansados, pero con la risa floja. La chica que nos sirve nos da algo de conversación. Le pregunto cómo se llama. Yo entiendo que se llama Zebra y así se lo hago saber.

—¿Your name is Zebra?

—No, Sarah —me pronuncia con un inglés más limpio.

Tuve un cortocircuito que podría haber sido causado por las rayas blancas y negras del Newcastle, o por una sobreestimación de la modernidad onomástica. Mis amigos tampoco me lo perdonaron.

¿Estás a gustico o qué, Cebra? —no tardaron en preguntarme.

Después entramos a un pub a ver un Chelsea–Liverpool (1-1) y a tomar otra cerveza. Salimos del pub y observamos, desde la calle y a través de las cristaleras, bares repletos de gente y mujeres vestidas como si fuera agosto en Benidorm. Miramos como quien mira escaparates de tiendas caras, por pura curiosidad, pero sin ninguna intención de entrar. Estamos muy cansados y pensamos que la mejor opción es tomarse un gin-tonic en la habitación del hotel, para que el último ratico de amigos nos pille con el pijama puesto. Unos gin-tonic de lata nos facilitan el plan. Cuando nos vamos a dormir, mis amigos me desean buenas noches.

– Buenas noches, Cebra. Que duermas a gustico.

 

A la mañana siguiente Ángel y yo tenemos tiempo de pasear por Newcastle hasta la tarde. El resto vuela de regreso por la mañana. Decidimos tomar un tren hacia la costa. Hace un día frio, pero soleado. Vemos que una de las líneas de tren lleva hasta Sunderland, a 19 kilómetros, donde juega el único equipo de la región que hace sombra al Newcastle United. El derbi entre estos dos equipos se llama el Tyne-Wear derby (Wear es el río que desemboca en Sunderland). A fecha de hoy, se han enfrentado 155 veces y el Newcastle lo ha ganado 55 veces y el Sunderland 51. Han empatado en 49 ocasiones.

Finalmente, tomamos un tren hasta Tynemouth, a 13 kilómetros de Newcastle. Tynemouth tiene una playa extensa que, con la marea baja y el sol, invita a pasear sobre la arena. Familias, amigos, perros, parejas y un par de buscadores de tesoros con detectores de metales, se dan un baño de sol mientras caminan con olor a mar. Recorremos la playa teniendo en el horizonte una colina llamada The Spanish Battery sobre la que reposa una fortificación en ruinas. Se llama Spanish por unos mercenarios españoles que en el siglo XVI defendieron a cañonazos a la flota del rey Enrique VIII que reposaba en las riberas del rio Tyne, entre misión y misión de la conquista de Escocia. Sobre qué llevó a esos españoles allí a pegar cañonazos en 1545 no tengo ni idea, pero me come la curiosidad.

La visita a Tynemouth se completa con un cafetico en un bar, aún con olor a la cerveza de la noche anterior, recibiendo rayos de sol a través de una cristalera. Ya junto a la estación de tren encontramos un mercado pre-navideño. En el mercado pienso en comprarle algo a mi hija Nerea y me paro un buen rato en un puesto donde se vendían pequeños muñecos de plástico duro de segunda mano. Babeados y torturados por otros niños, las figuras se amontonaban en cajas de fruta esperando que alguien pagara una o dos libras para darles una nueva vida, o más de esas vidas diferentes que nacen y mueren en la imaginación de los niños. Estaba valorando si la mancha en el rostro de Sky de la patrulla canina era mejor o peor que una Minnie con un tacón roto cuando Ángel me toca en el hombro.

—Acho, el payo del libro. Que está ahí.

—¿Del libro? ¿De qué libro?

—Coño, el del abuelo de ayer. El que su hijo escribió sobre Rafa Benítez.

—No me jodas —contesto riéndome y lanzando a Sky y a Minnie de vuelta a la caja.

Caminamos unos metros y efectivamente allí vemos un expositor con los libros de Martin Harry. Martin también se reía de la casualidad. Nos dijo que su padre le llamo para contarle que unos españoles que conoció en el estadio estaban interesados en su libro. El abuelo Harry se salió con la suya y me llevé el libro firmado de su hijo.

To Julian,

Howay the lads!!

Best wishes, Martin.

MARTIN HARDY

—¿Qué te ha puesto en el libro? —me pregunta Ángel.

—Pues no sé, macho. De tres palabras, Howay the lads, no entiendo dos.

Más tarde supe que Howay y lads son términos populares de la región. Términos Geordies que dicen algo así como ¡vamos muchachos! o ¡anima a los muchachos!

El libro, que se llama Rafa’s way (a la manera de Rafa) cuenta la temporada del Newcastle United en la segunda división inglesa hasta volver de nuevo a la Premier. En cada capítulo habla de un partido, intercalándolo con anécdotas del club, o citas de jugadores y de Benítez. Martin habla maravillas de Benítez, de su influencia en el club y de lo accesible que fue durante la preparación del libro. La frase más repetida de Benítez en rueda de prensa esa temporada fue «we need to keep calm». Y esa calma llevó al Newcastle a ganar la liga y subir a la Premier.

Del libro de Martin Hardy comentaré un par de cosas. Martin viajó en coche con su padre Brian 500 kilómetros para ver un Reading vs Newcastle, y en el camino Brian le contó que su padre, abuelo de Martin, estuvo en un partido histórico de St James Park en 1930 al que acudieron 68386 personas, quedando 10.000 en la puerta para ver un Newcastle -Chelsea. Hihhie Gallager era el máximo goleador del Newcastle hasta que lo fichó el Chelsea. Aquel día Gallager volvía con su nuevo y poderoso equipo a Newcastle levantando gran expectación. El Newcastle le ganó al Chelsea 1-0.

La segunda mención sobre el libro es para John Alder y Liam Sweeney, dos amigos y seguidores del Newcastle que viajaron a Nueva Zelanda en julio del 2014 para ver un partido amistoso del Newcastle. John era de ver todos los partidos del primer equipo, del filial y de los juveniles, pero en esto de ir a Nueva Zelanda a ver un partido amistoso es insuperable. Para el que no haya viajado a Oceanía, decir que ese viaje desde Europa necesita de dos vuelos de larga duración, haciendo escala normalmente en Malasia o Singapur. John y Liam tomaron un vuelo el 14 de Julio de 2014 desde Amsterdam hasta Kuala Lumpur, pero no completaron ese primer trayecto porque al volar sobre Ucrania los rebeldes pro-rusos derribaron el avión matando a 298 personas. Me quedo con esta historia para cerrar este ratico de fútbol porque John, que tenía 63 años, y su amigo Liam que tenía 28, vivieron compartiendo una pasión, porque los aficionados del Sunderland mandaron flores y dinero a sus familias, y porque la muerte les encontró viajando.

 

PD: El Newcastle se mantuvo en la Premier, pero Rafa Benítez no tuvo los fichajes necesarios para competir con los de arriba en la siguiente temporada. Volvió a mantener al equipo en la Premier, pero harto de la falta de inversión en la plantilla se marchó a China a entrenar.

 

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